Las jornadas desde que empezó el curso, ya son maratonianas. Trabajando por la mañana, y ahora unos meses ya de horario normal, sin los turnos de toda la vida. Un lujo eso de ver a los niños, ya crecidos pero no dejan de serlo para mí, de verles acostarse, de estar con ellos cuándo vuelven a casa , de compartir lo que hacen tras la salida de sus clases. Algo a lo que aún, voy acostumbrándome. Y ahora, llega la otra parte, en la que a me perdía antes muchas veces ; ese papel de taxista sin horario, sin ruta fija; a una academia, determinados días y horas, a otra cosa, idem; luego, el papel de compradora de todo a última hora ; el de asistente fija a todas y cada una de las reuniones del Instituto; de tutores, de preparación de viajes, de lo que se precise, y ésto, es mío, total. Y hala, cuándo a media tarde ya andas dando cabezadas, bolso al hombro y al sitio en cuestión. Y eso, si no es a la noche, y te dan las diez reunida con otros padres cansados cómo tú,, pero atentos a cuánto demanda el profesor convocante.
A ésto, el papel de la casa, que tela, ese sí que no tiene horario, ni fecha en el calendario. Más, si quieres algún hobby, y que la cámara de fotos no se oxide, si quieres mantener un poco tus actividades en la red de redes enredada, pues, ahí andas, siempre ko a determinada hora, en mi caso, si estoy en casa, cuándo Gabilondo ,o algún otro empiezan a contar las alegrías del día, ya estoy mirando la cama con ansia. Y anda que no faltan horas aún, por Dios, para hundirme ahí.
Aunque, todo sería totalmente distinto si, en vez de uno y uno , fuera cosa de dos.
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