El Mercedes avanzaba por el carril central, sólo por ese. Cuándo tenía un nuevo vehículo delante, se pegaba a él y éste , no fallaba, acababa pasando a la derecha ,y el otro seguía su marcha en línea recta, total y absolutamente recta. Alguno de los que sentían su aliento en el maletero, en alguna ocasión pasaba al carril de la izquierda , y aumentando la velocidad se largaba, mientras que él no, ahí seguía, ni a derecha ni a izquierda. El Mercedes ,sólo en el centro, limpiando la carretera de cuánto había ante él. Llegó detrás mío, que ya me había ido percatando de lo que hacía, y no me moví de delante suyo. Mantenía la velocidad límite y él, inmutable , ni a un lado ni a otro, sólo quería lo mismo que había hecho con todos, hacer sentir que era él el que tenía que estar allí y nosotros, sin Mercedes, apartarnos ante su majestuoso avance. Observaba por el retrovisor al señorito engominado que lo llevaba , con aire tan supermegamajestuoso cómo su vehículo. Un pijo en toda regla, o sea. Así que empecé a saludarle alegremente desde mi atrevida posición, ante él; una y otra vez , el megapijo se acercaba cuánto podía, sólo detrás nunca al lado, y yo,con más alegría movía mi mano tal cómo si fuera un alguien muy querido . Y el otro nada, ni a derecha ni a izquierda y yo ahí y él allá. Hasta que, al tontoelhaba con Mercedes ,megapijos ambos le pudo la curiosidad finalmente , y por fin pasó a la izquierda, en el que debe ser el único momento en que acostumbra elegir ese lado. Cuándo a mi altura decidió mirar al conductor que le había ido saludando , un deportivo amarillo lima-limón, aún más cargado de chulería que él, le hizo acelerar con tal intensidad que ya no acerqué a verle. Por fin ; se quitó él, y dejó a toda la fila apacible del centro en paz. En fin, cosas del día a día en las carreteras.
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