viernes, 5 de octubre de 2007

Lobo hombre en París

La mar en Langre
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Esa era la canción que escuchábamos una y otra vez. En la fiesta había bastante gente, celebrando una última reunión pues ya que ese dia acababa el curso de verano, todos se marcharían en pocas horas de la ciudad. Bailar, y reir sin parar, era lo que nos apetecía hacer esa noche. Una templada noche de Agosto.
Hubo un momento en el que ya estábamos cansados y salimos de los jardines dónde no cesaba la música, ni los gritos animados de tanta gente.; muy cerca estaba la playa y ahí nos sentamos. La marea iba bajando y ya empezaban a ir viéndose las rocas , dónde iban quedando algunas algas. Miles de luces en la ciudad, y en toda la bahía, reflejándose en la mar, tan absolutamente tranquila.
Tumbados en la arena, ibamos dibujando algo sobre la arena mojada, y, poco a poco, fueron otras las lineas que seguían los dedos, otros los lugares dónde iba quedando arena, húmeda y suave. Poco a poco, igual que las olas iban alejándose empezamos a imitarlas , de la misma forma, lentamente, y con mucha más calma. No había prisa. El agua venía, se volvía a ir ; la música seguía, y sólo nosotros creímos saber cómo seguir esas melodías.







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