Ir de compras no me gusta nada,así que más que feliz me siento cuándo me dice mi hija que lo hagamos. Y cómo en Murcia hay hace unos años unos ,dicen ella y resto de jóvenes, magníficos centros comerciales ,allá fuimos. Esta vez, a Nueva Condomina,dónde está el nuevo campo de fútbol de mismo nombre.
Ya el viajecito,en el autobús ,era un preludio de lo que me esperaba; en la linea 1,LATBUS tiene unos trastos más que ruidosos, de tan viejos; el conductor llevaba un volumen de radio que escucharía él y en Cuenca al menos; el numeroso grupo de jóvenes, obviamente se hacían notar. En fin,tocaba lo peor aún.
Porque mi hija tiene sitios concretos,dónde van concretamente todos los de su edad, y para qué ver otros; vale,así empezamos la ruta habitual; Berska, Stradivarius, Pull and Bear,y a veces Mango y,o,Blanco. Ayer añadimos algo; New Yorker, Zara,y unos cuántos más que ya no recuerdo.Bien,los tres primeros son fijos y a mí me matan; el resto, no quedan demasiado lejos alguno de ellos de los previos. Y no es de distancia física de lo que hablo,es otra cosa.
Entrar a estos sitios,donde apenas hay luz para ver el género ofrecido,yo, ella ve la tienda en un segundo ,ignoro cómo; entrar donde el volumen de la música acompaña todo el recorrido por la tienda y se incrementa al llegar a la caja. Un volumen que ya no me planteo entender por qué está a ese horrendo nivel,sólo quiero salir corriendo.
Yo tiemblo cuándo toca esto; no veo bien, la cabeza me explota con esa música; los pies me gritan,y apenas llevamos nada. Por suerte,parece que ya vamos dando con algo que gusta a mi adolescente hija,entre ese caos de luces,o falta de ellas, y sonidos, exceso según yo también.
Salimos a la calle y llueve. Qué a gusto ahora, sobreviví a otra tarde de compras,qué gusto mirar la lluvia, sin ruidos,qué calma. Hasta la siguiente.
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