Le dolían los pies; toda la mañana en pie , una cura tras otra. Le dolía la cabeza, y sobre todo, le dolía el alma; una queja tras otra, un problema que no estaba en su mano arreglar en muchas de las ocasiones. Aquel tipo pequeñajo de voz chillona, no dejaba de importunarlas . Un retraso que no llegaba a solucionarse, le tenía alterado toda la mañana y ansiaban que llegara el momento de poder atenderle por fin, para que las dejara en paz por fin.
Le llegó el turno al personaje y ni siquiera cuándo entró a la gran sala de trabajo de las enfermeras, dejó de soltar cuánto se le ocurría contra ellas, sólo contra ellas. Y sin dejar de hacerlo , se tumbó en la camilla y mostró su zona afectada a la enfermera. Ella revisó sus papeles, miró su herida y tomó lo que necesitaba de la mesa llena de material quirúrgico, disponiéndose a curar al enojado paciente ,y le dio por pensar en lo lamentable que era el que alguien así tuviera una continuación tan deplorable cómo él . Y entonces, tuvo claro qué hacer...aunque sólo le duró un segundo.
Suspiró y una sonrisa se dibujó en la cara. Aunque, a él no el gustó nada dicha sonrisa, sobre todo mientras mantenía aquella cosa fina y brillante tan cercana a lo más importante para él.
6 comentarios:
jajajaja
Ese bocazas estuvo a punto de cantar con voz más aguda de lo que había hecho hasta ahora.
Tuvo suerte, mucha suerte.
Besos.
Es que una es eso, enfermera vieja, y prevalece lo que ha de hacerlo, claro está. Aunque por ganas, ufff!!!!En fin.Saludos
¡Esos malos pensamientos! Ja, ja. Debe ser duro un mal día así, pero siempre hay que contenerse. Como historia está genial. Abrazos
De acuerdo en todo, claro está. Saludos Ligia.
Tranquilidad, gente mal educada... Vamos a encontrar siempre.
Saludos.
Y no la tengas, arreglado estás.Saludos Nacho, gracias.
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