Este año que acaba de llegar, es un conjunto de días ante el que me he hecho un único propósito : no hacerme propósito alguno , lo cuál me exime de sentirme culpable si no cumplo alguna de las cuasi insensateces que solía plantarme en la frente, cada vez que estábamos en este mismo momento. Y total, en su inmensa mayoría,muchas siguen sin cumplirse, prácticamente sin llegar a romper el celofán en que envolví semejantes cosas.
No es sólo cosas de lo menos original tipo, idiomas, más movimiento físico y yo qué sé más; ah, las dietas, es verdad. No, hablo de otros temas menos quizá, asequibles, pero mucho más beneficiosos para mí; me refiero a mi vida,a la parte más básica.
Ahora, veo un tren partir, me quedo inmóvil y lo dejo ir. Y no sé si será ese último tren del que tanto se habla a veces. No me hago propósitos no porque no vaya a cumplirlos que seguro no lo hago, sino porque, al igual que ese tren que se aleja, lo que podría proponerme hacer también es igual de difícil de conseguir.
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